Salir a la calle y exponerte a la luz solar es bueno. El sol ayuda a la piel a desarrollar un nutriente importante conocido como vitamina D. Este nutriente mantiene tus huesos fuertes. Sin embargo, si permaneces demasiado tiempo bajo sol sin protección, pueden ocurrir cosas malas. La sobreexposición al sol puede producir quemaduras de la piel (conocida corrientemente como erisipela) o, lo que es peor, provocar varios tipos de cáncer de piel. 

Entonces, si bien los seres humanos necesitamos luz solar, también necesitamos protección contra ella. Para hacer frente a esto, nuestra especie ha desarrollado una variedad de colores de piel. La evolución de estos rasgos fue causada por la intensidad de la luz solar que los humanos experimentaron en las diferentes partes del mundo. 

Cerca de la línea ecuatorial el sol brilla intensamente durante todo el año. Allí, los humanos que desarrollaron colores de piel más oscuros fueron capaces de protegerse mejor de los efectos nocivos de esta luz solar intensa. Por otro lado, cerca de los polos norte y sur, la luz del sol es menos intensa. Allí, los humanos que desarrollaron colores de piel más claros fueron capaces de absorber suficiente luz solar para producir vitamina D y mantenerse saludables. En general, esto ha resultado en poblaciones con personas de piel más oscura cerca de la línea ecuatorial y piel más clara cerca de los polos.

El color de la piel es un rasgo complejo. Tu ADN controla algunos aspectos del color de la piel que posees. Pero como ocurre con cada rasgo, el ambiente también tiene un cierto impacto. Por ejemplo, la cantidad de luz solar que recibes cada día controla si tu piel permanece del mismo color, se broncea o desarrolla una quemadura de sol. El sol determina estos cambios al actuar directamente sobre tus células y al regular la expresión de tu ADN.